lunes, 28 de abril de 2014

El joven y el viejo

    - Pero, si siempre he querido ser diferente y vivir algo nuevo ¿por qué ahora tengo miedo?, se preguntaba el joven. - Quizás porque todavía no sabes lo que es la vida, le respondió el viejo.

    El tiempo se abría por delante en la vida del joven y las perspectivas eran amplias, pero la lejanía del fin de la vida no le invitaba a rebañar cada segundo, y la habitación luminosa con vistas carecía de importancia, porque lo único importante en ese momento era el miedo al futuro. En el tiempo de la juventud solo importa quemar el presente para acelerar el futuro y consumir experiencias hasta hartarse, y por eso aquella conversación no la valoraría el joven hasta mucho tiempo después.

    El joven siempre había intuido que quería ser diferente, aburrido desde su corta experiencia de los patrones repetitivos que llevan a las personas a dar respuestas calcadas y tristes a los grandes retos de la vida. Y se preguntaba con melancolía por qué la mediocridad de las opciones se justifica con el anhelo de una vida feliz, concepto extraño con multitud de definiciones.

    El viejo miraba al joven con cariño porque sabía que en su alma se estaba fraguando la vida, y porque el descubrimiento de la verdadera felicidad le tardaría en llegar, por lo menos hasta que se diera cuenta de la necesidad de vivir el presente. El joven, mientras tanto, seguía inquieto esperando una respuesta a sus miedos futuros, y por eso el viejo le dijo: - cálmate, ahora estás aquí.

domingo, 6 de abril de 2014

La ascensión de Leonila

   
    Al despuntar el alba, siempre un poco más tarde en aquel pueblito mexicano que en el resto del país, y mientras el gallo cantaba su canción de amor insatisfecho, Leonila ya tenía un ojo abierto y la sonrisa inconsciente de quien no se plantea la vida sino que la vive. Pronto se levantó del camastro viejo y recorrió con los pies descalzos el suelo de tierra de su habitación, que coincidía que era su casita. Llegó a tientas a la jofaina y se enjuagó un poco el pelo para hacerse una trenza, cuando acabó puso a hervir el agua para el café, encendió la radio, se puso la camisola estampada de mariposas y volvió a apagar la radio, porque hacía muchos años que había dejado de entender las letras de amor hechas a base de carne por cantantes que se vendían como filósofos de un alma a la que solo se puede entrar por una vagina tersa.  

    A la vera de su casita había pasado de toda la vida la vía del tren, y al atardecer de cada día, siempre un poquito después que en el resto del país, pasaba el tren de las moscas. Muchos años atrás lo veía pasar todos los días mientras se tomaba el último café del día y se preguntaba por qué había mujeres que se la jugaban alargando comida al tren en marcha desde tierra firme. Tierra firme. En uno de esos atardeceres, mientras escuchaba música en la radio, salió de su habitación, de su hogar, de su trocito de tierra, y preguntó a una de esas mujeres que lanzaban comida por qué lo hacían. Y la respuesta la desconcertó, porque esa mujer a la que preguntó al azar le dijo que Cristo iba en ese tren. Al día siguiente ella misma, movida por la curiosidad de ver a Cristo convertido en mosca, en un inmigrante ilegal que iba subido en el techo de un tren para llegar a la frontera del norte, estaba alargando bolsas de comida y botellas de agua al tren desde una tierra que empezaba a entender como firme más allá del trocito de tierra que había sido su hogar.

    Cuando Leonila se terminó el café de la mañana después de haber escuchado el lamento del artista convertido en gallo y el canto del gallo convertido en artista, como cada mañana, se fue a preparar bolsas de comida con la angustia de que no llegaría para todos, para alargarlas en el ocaso a las moscas convertidas en Cristo. Al atardecer volvió a pasar el tren, y Leonila, alargando el brazo con la bolsa de comida, fue agarrada por la muñeca desde el tren y se la llevaron, y con ella la angustia de que no alcanzaría la comida para todos. Y las demás mujeres, con la sutileza de las que saben que nunca serán protagonistas de una canción de las que llaman de amor, intuyeron cuál sería el destino de todas ellas. Por eso, en aquel pueblo de México ya no se cavan tumbas para mujeres, porque todas son arrebatadas por las moscas a una nueva frontera de vida y esperanza que no es la del norte.

    Dedicado a "Las Patronas" e inspirado en el cortometraje El Tren de las Moscas

martes, 1 de abril de 2014

Una mañana diferente

Esa mañana el despertador sonó como todas las mañanas, a la misma hora que todas las mañanas, y Pablo se levantó como todas las mañanas. Con la inconsciencia de la rutina, aquella prometía ser una mañana más, y con la inconsciencia que imprime lo cotidiano en el trabajador disciplinado, aquello era simplemente un fastidio necesario para seguir sobreviviendo, como todas las mañanas en los días laborables. El día comenzaba como todas las mañanas, porque la inconsciencia de quien vive sin pensar en una alternativa posible no permitía intuir a Pablo que aquella iba a ser una mañana diferente.

Mientras caminaba hacia el trabajo con la prisa propia del que ha apurado el sueño en la cama, miró su reflejo de pasada en el cristal de un escaparate. Y se volvió sobresaltado y asustado para mirarse de nuevo. No entendía lo que estaba ocurriendo, quizás era una broma para la tele, pero el caso era que el que veía en el reflejo no era él. Sí, iba vestido como él y llevaba el mismo maletín que él, pero no era él. Se fue corriendo al siguiente escaparate intentando descubrir la broma oculta, pero en el siguiente escaparate ocurría lo mismo. En el reflejo veía a otra persona. Y así se puso a correr de escaparate en escaparate intentando volver a verse tal y como él se recordaba, tal y como se había visto esa mañana, aparentemente una más, en el espejo mientras se afeitaba. Pero Pablo, imbuido de rutina, no pensaba en que aquella era solo una mañana diferente, y por eso siguió buscándose tal y como se recordaba de escaparate en escaparate.

Pasaron los años y la gente empezó a conocerle como el loco de los escaparates. Algunos decían que había sido víctima de una novia despechada que lo había condenado con un embrujo a buscar un regalo de aniversario olvidado por la eternidad. Pero la realidad está lejos de embrujos y hechizos, lejos de imaginaciones absurdas y habladurías, porque la realidad es lo que es siempre que la vivamos. Lo que pasó es que esa mañana había sido diferente porque el Sol había salido y Pablo, consumido por la rutina, no lo reconoció. Por eso, si esta mañana entra el Sol por tu ventana, es real, vívelo, y no te asustes si te ves diferente en el reflejo del espejo porque es el Sol, que ilumina la realidad única del momento único que estás viviendo y que, paradójicamente, te ayuda a pensar que la realidad tiene una alternativa.