- Pero, si siempre he querido ser diferente y vivir algo nuevo ¿por qué ahora tengo miedo?, se preguntaba el joven. - Quizás porque todavía no sabes lo que es la vida, le respondió el viejo.
El tiempo se abría por delante en la vida del joven y las perspectivas eran amplias, pero la lejanía del fin de la vida no le invitaba a rebañar cada segundo, y la habitación luminosa con vistas carecía de importancia, porque lo único importante en ese momento era el miedo al futuro. En el tiempo de la juventud solo importa quemar el presente para acelerar el futuro y consumir experiencias hasta hartarse, y por eso aquella conversación no la valoraría el joven hasta mucho tiempo después.
El joven siempre había intuido que quería ser diferente, aburrido desde su corta experiencia de los patrones repetitivos que llevan a las personas a dar respuestas calcadas y tristes a los grandes retos de la vida. Y se preguntaba con melancolía por qué la mediocridad de las opciones se justifica con el anhelo de una vida feliz, concepto extraño con multitud de definiciones.
El viejo miraba al joven con cariño porque sabía que en su alma se estaba fraguando la vida, y porque el descubrimiento de la verdadera felicidad le tardaría en llegar, por lo menos hasta que se diera cuenta de la necesidad de vivir el presente. El joven, mientras tanto, seguía inquieto esperando una respuesta a sus miedos futuros, y por eso el viejo le dijo: - cálmate, ahora estás aquí.