Decir una palabra no es de inocentes.
Tan solo una palabra puede generar pasividad absoluta o perforar el muro hasta ahora infranqueable de tu vida escondida y secreta.
Solo una palabra puede desenmascararte y hacerte caer en la vergüenza o en la libertad de quien ya no tiene nada que esconder.
Solo una palabra puede abofetearte y sacar la violencia del odio o la valentía de la indignación.
Solo una palabra puede hacerte consciente de la limitación intrínseca de tu ser o de las posibilidades infinitas de vida que tienes.
Solo una palabra puede penetrar hasta tus entrañas para hacerte sentir culpable del pecado cometido o para asumir tus errores para convertirlos en posibilidades.
Solo una palabra puede ser utilizada para emprender una guerra santa o para denunciar la búsqueda gratuita del mal asumiendo las consecuencias y dar sentido a la muerte del inocente.
Solo una palabra puede causar rechazo visceral y ser al mismo tiempo la única justificación para una fe incomprensible que huye de la palabrería cuando es verdadera.
Una sola Palabra.
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