El portazo sonó seco y corto a pesar de lo grande y vacío que era aquel rellano. Carlos, el que acababa de pegar el portazo, más conocido en Barcelona como el marqués de la Puerta, llevaba toda la vida escenificando un papel que cada vez se le daba mejor, y como siempre hacía cada viernes por la tarde, se fue al puerto después de salir de aquel edificio antiguo y señorial y de haber engañado al abogado de su futura ex-mujer.
Mientras caminaba acelerado hacia el puerto después de mostrar al abogado un contrato falso prematrimonial, Carlos no paraba de darle vueltas a ese momento en el que su hermano despertó de una muerte casi segura en el muelle del puerto, porque ese había sido el principio de una vida repleta de engaños. Cuando el pequeño abrió los ojos, le dijo susurrando a su hermano "creo que he tragado tanta agua de mar, que ya no siento los efectos de mi asma". Y Carlos se espantó tanto al pensar que les quitarían la pequeña paga por enfermedad, que le dijo que nunca volviera a decir eso delante de nadie, es más, que simulara que iba a peor. Desde entonces todo fue una escalada de mentiras y prestigio al mismo tiempo, desde entonces empezó a descubrir el gusto por la manipulación y los beneficios a corto plazo que eso le reportaba, desde entonces comenzó una actuación vital hasta el punto de que ya nadie, ni siquiera su hermano, le llamaba Carlitos. Porque Carlitos comenzó a desparecer el día que comenzaron las mentiras o, más bien, el día que se hizo consciente sin darse cuenta de que había nacido para sobrevivir.
Al llegar al puerto con la tranquilidad de que se quedaría con el antiguo piso de la playa de sus suegros y con la mitad del piso del centro de la ciudad, vio el cartel de una película de miedo para adolescentes. Pero a él no le daban miedo los vampiros, ni los demonios, ni la magia negra, porque sabía que había algún marinero joven y guapo que iba sembrando la semilla del mal por los puertos del Mediterráneo, y que él mismo era hijo de ese diablo.
Ya se hacía tarde y tenía que volver al apartamento de soltero, pero mientras se alejaba volvió la cabeza y vio que se acercaba un barco inmenso con una bandera vieja que había sido roja años atrás, y ese día sí que era de China.
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