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Pues bien, dejando aparte las fronteras legalizadas y normativizadas y esas otras fronteras viscerales que sustentan menos veces de las deseadas a las primeras, lo cierto es que Granada, y cualquier ciudad, es un lugar de encuentro entre bonicos der tó (granaínos de pura cepa), habitantes de paso (como si hubiera alguno que no lo fuera), nómadas modernos que no parecen encontrarse felices en ninguna parte (dígase turistas revenidos), y así podíamos ir haciendo clasificaciones hasta el aburrimiento...
... o hasta que uno se cruza con una familia india en el Polígono Norte que te invita a su casa y te pone en tu sitio: a la mesa como un hermano.
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