martes, 1 de abril de 2014

Una mañana diferente

Esa mañana el despertador sonó como todas las mañanas, a la misma hora que todas las mañanas, y Pablo se levantó como todas las mañanas. Con la inconsciencia de la rutina, aquella prometía ser una mañana más, y con la inconsciencia que imprime lo cotidiano en el trabajador disciplinado, aquello era simplemente un fastidio necesario para seguir sobreviviendo, como todas las mañanas en los días laborables. El día comenzaba como todas las mañanas, porque la inconsciencia de quien vive sin pensar en una alternativa posible no permitía intuir a Pablo que aquella iba a ser una mañana diferente.

Mientras caminaba hacia el trabajo con la prisa propia del que ha apurado el sueño en la cama, miró su reflejo de pasada en el cristal de un escaparate. Y se volvió sobresaltado y asustado para mirarse de nuevo. No entendía lo que estaba ocurriendo, quizás era una broma para la tele, pero el caso era que el que veía en el reflejo no era él. Sí, iba vestido como él y llevaba el mismo maletín que él, pero no era él. Se fue corriendo al siguiente escaparate intentando descubrir la broma oculta, pero en el siguiente escaparate ocurría lo mismo. En el reflejo veía a otra persona. Y así se puso a correr de escaparate en escaparate intentando volver a verse tal y como él se recordaba, tal y como se había visto esa mañana, aparentemente una más, en el espejo mientras se afeitaba. Pero Pablo, imbuido de rutina, no pensaba en que aquella era solo una mañana diferente, y por eso siguió buscándose tal y como se recordaba de escaparate en escaparate.

Pasaron los años y la gente empezó a conocerle como el loco de los escaparates. Algunos decían que había sido víctima de una novia despechada que lo había condenado con un embrujo a buscar un regalo de aniversario olvidado por la eternidad. Pero la realidad está lejos de embrujos y hechizos, lejos de imaginaciones absurdas y habladurías, porque la realidad es lo que es siempre que la vivamos. Lo que pasó es que esa mañana había sido diferente porque el Sol había salido y Pablo, consumido por la rutina, no lo reconoció. Por eso, si esta mañana entra el Sol por tu ventana, es real, vívelo, y no te asustes si te ves diferente en el reflejo del espejo porque es el Sol, que ilumina la realidad única del momento único que estás viviendo y que, paradójicamente, te ayuda a pensar que la realidad tiene una alternativa.

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