viernes, 27 de diciembre de 2013

Creo

¿Qué une a un malagueño y a un checo? Pueden ser muchas las circunstancias que provoquen un encuentro entre Antonio y Stanislav. Así, podemos pensar en un estudiante con una beca Erasmus, también en unas vacaciones en la Costa del Sol de un joven centroeuropeo, quizás en un intercambio o en unas prácticas de empresa. La casualidad y la casuística pueden multiplicarse dependiendo de nuestra imaginación, pero si acudimos a la realidad de un paseo fortuito por Málaga hallaremos la respuesta correcta.

Una tarde navideña en la que tuve que dar un paseo inesperado por la calle Larios, en un ambiente festivo y familiar y con una temperatura que alegraba el cuerpo, a mi vista y mis sentidos hubo Alguien que llamó la atención porque desentonaba y con no poco esfuerzo me paré a hablar con Él. Era nuestro amigo Stanislav, que lejos de estar de vacaciones, estudiando o de prácticas con su empresa, esperaba una limosna. Y más adelante estaba Antonio, iluminado por un portal de Belén hecho con luces LED, el cual gruñía por una moneda con claros síntomas de borrachera y que presumía de haber hecho la primera comunión en la mismísima catedral. Ambos tenían rostro, manos y boca, entre otras cosas que todos los seres humanos compartimos.

Y Creo. Por eso creo que el cielo nos envuelve a todos y que son las mismas estrellas las que velan por la humanidad entera. Por eso creo que no hay ninguna vida que no merezca la pena ser mirada. Por eso creo que las luces de Navidad están puestas porque nos hace falta ver con mayor claridad que hay personas que también están ahí, porque a las estrellas del cielo les hacen falta manos que pongan luces por las calles.

Es el cuerpo y la sangre que fluye por nuestras venas, y también el cielo, lo que une a un malagueño y a un checo. Y creo que son las cosas que nos unen también a todos nosotros.

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