martes, 14 de enero de 2014

La gran aventura

Soñar la gran aventura que dé inicio a una vida cargada de sentido puede ser traicionero porque solo hay una salida para los que lo intentan: vivir. Y eso no siempre estimula al soñador acomodado en el sillón orejero, que prefiere despertar convertido de golpe en el héroe de sus sueños.

Un sueño será siempre una imagen intangible y lejana mientras no haya conciencia de la respiración, mientras no nos demos cuenta de que la piel se eriza con el frío y que los ojos del que camina a nuestro lado cambian de color dependiendo del sol. No basta con dejarse embriagar del dulce sabor de nuestras fantasías más nobles, sino que hay que experimentar la fatiga del fracaso y la alegría de lo conseguido mientras asumimos que un sueño solo puede elevarse a la categoría de sueño cuando nos ha llevado a levantarnos del sillón.

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