sábado, 11 de enero de 2014

Opción frágil, pero fuerte

Un hermano japonés nos contó que en su país se hacen exámenes de acceso para entrar en la guardería, y que dependiendo del centro en el que entres tu futuro será mejor o peor. Puede parecer cruel que un niño tan pequeño pueda verse sometido a la presión que supone tener que prepararse a fondo para algo que seguramente no entiende y que responde al deseo de sus padres, y es verdad, pero quién de nosotros no ha tomado opciones importantes que han marcado nuestra vida en un momento inapropiado.

Tomar una opción implica marcar el futuro, es anticipar lo que viene para que no nos sobrevenga, es hacer un esfuerzo en el presente esperando una recompensa en el futuro. Pero, ¿qué ocurre cuando la opción tomada se hace bajo los presupuestos de la presión, la inmadurez, la falta de visión, la euforia o la decepción? ¿Acaso estamos condenados a tomar opciones equivocadas hasta que lleguemos a la madurez de nuestras vidas y sintamos que somos profundamente libres para elegir? Creo que no, sino que cuando nos damos cuenta de la precipitación de nuestra decisión o ampliamos la mirada y nos damos cuenta de que hay muchas opciones en la vida que nos pueden satisfacer, tomamos conciencia de nuestra fragilidad y empezamos a ser más humanos, y es el momento preciso en el que sentimos que la vida está verdaderamente en nuestras manos. Y solo entonces podremos estar seguros de que esa opción irresponsable y alocada que ahora se presenta insuficiente para nuestras expectativas es la que está dando sentido a nuestra existencia, la que nos hace sentir nuestra carne y nuestra sangre con toda su debilidad y la que nos hace tener motivos para seguir luchando y esperando.

Cada vez estoy más convencido de que la mejor opción de mi vida ha sido la que menos he elegido yo, porque es la opción que con el tiempo más me está ayudando a decidir, más me está ayudando a crecer y más está exigiendo de mí. Es la locura de sentirme elegido la que me está llevando a la libertad más radical, que es la de saber que soy un ser humano frágil y penco, pero amado y perdonado, y a tener fe en la Vida abundante para todos los tirados del mundo, para todas las que prefieren morir ahogadas en el mar que ser violadas en el desierto tras una deportación, para todos los drogadictos que recaen en el consumo y para todos los jóvenes que se encuentran desorientados.

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