lunes, 23 de septiembre de 2013

Alguna vez en el Postulantado

En un día de transición entre el verano y el otoño, en una tarde de sol suave y aire limpio que hacía presagiar una noche fría, el Maestro de Novicios entregó el primer cuestionario bimensual del año de Noviciado. Tomás lo recibió con curiosidad y un poco de miedo, y enseguida que el Maestro acabó de dar las instrucciones pertinentes, salió corriendo para la habitación a comenzarlo. Mientras subía por las escaleras y estaba pendiente de no tropezarse con la sotana, leyó la primera pregunta: ¿Se ha burlado o ha murmurado usted de algún miembro de la comunidad?

Lo primero que hizo al entrar en la habitación fue poner la radio que clandestinamente tenía y que todos toleraban, porque gracias a esa pequeña mentira todos podían saber algo de lo que pasaba fuera. La situación estaba muy tensa desde hacía tiempo en la sociedad, nadie se ponía de acuerdo y dentro del Parlamento se habían hecho trincheras, construidas sobre los intereses políticos de algunos y sobre la conciencia sencilla e ingenua de muchos. Las noticias de la tarde comenzaron con el sorprendente anuncio de que habían metido a los leones que custodiaban las puertas de la Cámara para que pelearan entre ellos en la zona central del hemiciclo. Los secretario  se convirtieron en domadores improvisados, que hacían lo que podían para poder tomar notas de los insultos de sus señorías al mismo tiempo que intentaban no ser devorados por las fieras. A Tomás se le vino a la cabeza la imagen de un circo romano, sin saber todavía que él iba a ser una de las víctimas sobre la arena.

Aturdido por la complejidad del asunto y con la ansiedad propia del que sabe que la situación le supera, apagó la radio e intentó concentrarse en la primera pregunta del cuestionario, del que se había distraído. Después de pensar un rato, escribió: "Alguna vez en el postulantado".

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