lunes, 9 de septiembre de 2013

Un cielo para Nico

Él corazón se le iba acelerando mientras aumentaba el ritmo de la carrera, la lluvia empapaba toda su ropa y estaba empezando a calar su carne, el frío le hacía tiritar y había dejado de sentir los pies. Pero lo peor era el sentimiento de incertidumbre que le recorría el estómago por la decisión tomada. Ya estaba atardeciendo en Bucarest, el clima había cambiado radicalmente y a todos había pillado desprevenidos, no sólo a Nico.

Al llegar al pequeño piso que compartía con hermanos, primos, cuñadas y niños a los que apenas identificaba, sorteó con la agilidad y rapidez que pudo todo tipo de objetos, personas y colchones que había hasta llegar donde estaba su madre, sentada como una matriarca sobre unos cojines y con la espalda apoyada en la pared, y le dijo tartamudeando, con hipo, titiritando y casi asfixiado: "me voy a España".

Así comenzaba una nueva vida para Nico y para muchos rumanos que ese día se habían visto sorprendidos por una lluvia invernal en medio de la primavera. Curiosamente, esa semana se produjo la mayor salida de rumanos hacia el extranjero, y bien se podría decir que fue un eslabón importante en la historia de salvación de la humanidad, porque esta historia no la escriben los vencedores, sino el cielo.

Después de varios años trabajando allá y acá, contento de poder mandar algo de dinero para su madre y su clan, Nico se vio sorprendido por una nueva crisis, y ahora pide limosna en la puerta de un supermercado que anuncia ofertas de leche, solomillo de cerdo y desodorante. Debajo de esos grandes carteles que se renuevan cada semana permanece nuestro amigo sentado, ofreciendo ensanchar nuestro corazón más allá de los estrechos márgenes de fraternidad que nos acomodan, porque con una sonrisa te recibe y te cuenta su pequeña historia, contento por haber sido valiente y por mantenerse todavía en pie, y agradecido por toda pequeña ayuda y gesto de cercanía. Sin darse cuenta, él y muchos como él se han convertido en una oferta de salvación y liberación para los que buscamos ofertas en los carteles de plástico de los supermercados.

La lluvia hace crecer las cosechas, desborda los ríos, remueve los lodos y hace emigrar a las personas, por eso no podemos estar indiferentes a lo que ocurre en nuestro cielo.






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