domingo, 24 de noviembre de 2013

Condones para Bill Gates


La filantropía es un acto que sólo pueden llevar a cabo aquellos que tienen poder adquisitivo para hacerlo; es un gesto generoso que, sin embargo, no todo el mundo comprende. Y de eso sabe mucho el señor Bill Gates, el cual acaba de recibir un aluvión de críticas por una donación que ha hecho a una Universidad inglesa para que desarrolle unos preservativos de grafeno, gracias a los cuales se tendrá un placer muy realista en el acto sexual, lo cual provocaría que dieran ganas de utilizarlo. Así visto suena frívolo, pero lo que se busca con este nuevo desarrollo es atajar la pobreza.

Pues bien, lejos de criticar a nuestro amigo Bill voy a romper una lanza en su favor porque creo que se le ha malinterpretado. La gente malpensada cree que lo que se busca es que los pobres utilicen los condones para que cada vez haya menos pobres, pero el presidente de Microsoft sabe mejor que nadie que hacen falta pobres que trabajen para sacar coltán de las minas africanas y poder fabricar ordenadores, y sabe que hacen falta manos explotadas para extraer petróleo que trasladen nuestros productos de un lado para otro, y niños huérfanos que trabajen para poder tener diamantes que ayuden a que nuestros móviles sean más resistentes (dentro de los parámetros de la obsolescencia programada), y pueblos sin cultura que permitan dictadores que dejen saquear sus países a cambio de un soborno, y guerrillas armadas por gobiernos espías que subvencionan a empresas que dejan los datos de sus clientes. No, Bill Gates no es tan tonto como para pensar que la pobreza se va a acabar exterminando a los pobres, porque nuestro sistema, su sistema, se hundiría y ¡tendríamos que reinventar a los pobres!

Creo que cuando Bill dice que los preservativos de grafeno van a cooperar en la erradicación de la pobreza, se está refiriendo a que esos condones los utilicen los ricos, la gente que, como él y como yo, consumimos los productos que provocan la pobreza. Esto sería realmente un avance en materia de pobreza porque para que se acabe con el tercer mundo hay que acabar con el primero.

Un ¡viva! por Bill Gates y su humildad para reconocer que la verdadera causa de la pobreza en el mundo es nuestro consumismo desaforado. Espero, señor Gates, que utilice sus condones de grafeno, y mucho. Mientras tanto sigamos utilizando nuestros ordenadores y móviles, sigamos comprando ropa de marca y tranquilizando nuestras conciencias con limosnas, porque los ricos estamos por desaparecer, y con nosotros la pobreza.





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